domingo, 20 de noviembre de 2016

EL DÍA DE LOS DERECHOS DEL NIÑO Y LA NIÑA

20 DE NOVIEMBRE SE CELEBRÓ EL DÍA DE LOS DERECHOS DEL NIÑO Y LA NIÑA PARA CONOCER MÁS SOBRE ELLOS PINCHAMOS EN EL ENLACE
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VIDEO DE UNO DE LOS DERECHOS: AL JUEGO, A LA RECREACIÓN EN UN AMBIENTE SANO.

https://www.youtube.com/watch?v=04KQti0JDEw&t=32s

CUENTO PARA LA IGUALDAD Y NO DISCRIMINACIÓN
http://elmundodenavita.blogspot.com.es/
Había una vez, un niño que se llamaba Santiago, tenía el cabello castaño y los ojos verdes. 
Los padres de Santiago trabajaban en la ciudad en donde vivían. Por las mañanas dejaban a Santiago en la escuela. Allí los niños aprendían a leer y escribir, también jugaban a la pelota. 
Un día, Santiago se encontró con que había llegado un nuevo compañero de clase, y que éste era de color negro, su nombre era Mauricio. 
A la hora del juego a la pelota, todos los niños se dieron cuenta de que Mauricio jugaba muy bien a la pelota, únicamente Santiago se sintió mal, porque antes, él era el mejor en el juego a la pelota. 
Cuando terminó el juego, Santiago reunió a sus amigos y le dijo que Mauricio no era igual que ellos, porque era negro; que había leído sobre un país que se llamaba Sudáfrica en donde los negros estaban separados de los blancos; que era muy peligroso juntarse con los negros, porque estos eran malos. Entonces, nadie quiso jugar con Mauricio, todos jugaban y gritaban de contentos. Solamente Mauricio estaba triste, se fue a una esquina de la escuela y lloraba y lloraba; hasta los árboles y los pájaros se sentían tristes al ver a Mauricio. 

En la noche, Santiago le contó a sus padres, que había llegado un niño negro a la escuela. El padre le respondió que le alegraba que tuviera un nuevo amigo, pero que no entendía porque le decía que el niño era negro, si todos somos iguales
Santiago se sintió mal, pero se dijo a sí mismo, mañana les diré a mis compañeros que todos somos iguales.
Santiago se fue a la cama, se seguía sintiendo mal por haber dicho que los niños negros no eran iguales y que eran malos, sin embargo, se decía que no había mentido, porque él había leído sobre el país que se llama Sudáfrica. 

Santiago se fue quedando dormido y empezó a soñar ya soñar... Ahora vivía en otra ciudad, su nombre no era Santiago, sino Benjamín, y cuando se vio sus manos eran de color negro, entonces, se asustó y preguntó en que país vivían y le respondieron que se llamaba Sudáfrica. Su madre se le acercó y le dijo: -Levántate Benjamín o llegarás tarde a la escuela. Se le quedó mirando a su madre y se dio cuenta de que era su misma madre, sólo que de color negro. Madre -le preguntó- ¿En dónde está mi padre? La madre con lágrimas en los ojos le respondió: -Hijo, tu sabes que está en la cárcel por luchar para que seamos todos iguales, para que blancos y negros estemos unidos. 
Benjamín se fue a la escuela y se dio cuenta, de que habían escuelas para niños blancos y escuelas para niños negros, entonces se recordó de Mauricio y la forma como lloraba. Acá era todo un pueblo que lloraba. 
Al salir de la escuela, Benjamín pidió a su madre que lo llevará a la ciudad, pero le dijo que allí no entraban los negros, -Pero madre, si somos iguales, decía Benjamín-. La madre lo miraba y lo acariciaba con todo el amor del mundo. -Ven hijo, vamos a ver a tu padre- le dijo su madre, y se fueron a una prisión de sólo negros. 
Allí estaba su padre, únicamente que tenía el color negro, pero era el mismo. Entonces se recordó que la noche anterior le había dicho de que todos éramos iguales; ahora se daba cuenta de que eramos todos iguales. Allí estaba su padre y su madre, sólo cambiaba el color. También se dio cuenta que el color de la lucha por la igualdad era el más bello de los colores
Corrió y abrazó a su padre, lo besaba y lo besaba con toda la ternura de las estrellas, -Padre mío- te amo con toda el alma, le dijo Benjamín. El padre lo acariciaba y le empezó a recitar unos poemas muy bellos, porque su padre era poeta. Le decía: La noche es muy bella, tiene blancas y brillantes estrellas en la oscuridad, no podemos separar a las estrellas de la noche, por eso es muy bella, blanco y negro, viven en paz
Cuando iba de regreso a su casa, por el camino de los negros, pensaba en lo injusto de ese país, y en lo injusto que él había sido con Mauricio. 
Cuando llegaron, su madre lo besó en la frente y le dijo: -Benjamín, prométeme que nunca causarás sufrimiento a otra persona porque sea de otro color, prométeme que lucharás para que todos seamos iguales. -Si madre, te lo prometo-, respondió Benjamín. 
Sin embargo, la madre lloraba sin consuelo, y entre lágrimas le dijo: -Hijo, tienes que ser muy fuerte, mañana tu padre morirá por luchar por la igualdad de los seres humanos, el Gobierno de Sudáfrica lo ha condenado a morir. Benjamín se fue en silencio a su cama, las lágrimas caían de sus ojos como cuando llueve, en medio del llanto se quedó dormido, su último pensamiento fue para su padre. 

A la mañana siguiente, se despertó con mucha tristeza. iMadrel iMadre!, gritaba. Vamos a ver a mi padre, hoy es el último día que lo puedo ver. Cuando de pronto se encontró con su padre que le dijo: ¿Oye Santiago, que es eso de que hoy es el último día de que me puedes ver? Entonces se dio cuenta, que estaba frente a su padre, que todo había sido un sueño y lo abrazó como nunca. 
Padre mío, somos todos iguales, le decía muy contento. Luego llegó su madre y también la abrazaba Santiago. Ellos no entendían que pasaba, pero se daban cuenta de que Santiago había tenido un sueño. Cuando Santiago les contó el sueño a sus padres, y también lo que había pasado con Mauricio; estos le dijeron: -Bueno hijo, tú ya sabes qué debes de hacer con respecto a Mauricio
Cuando llegaron a la escuela, Mauricio estaba en una esquina con la mirada triste, en eso llegaron todos los niños de la escuela, porque ya Santiago les había contado la verdad y el sueño de la noche anterior. Entre todos le pidieron perdón por su comportamiento, además lo nombraron capitán del equipo de pelota. 
Todos los niños y los profesores de la escuela, firmaron una carta en donde le pedían al Gobierno de Sudáfrica, que terminara con la discriminación, y que todos tenían el derecho a votar y gobernar el país, que el gobierno debería ser de la gran mayoría de los habitantes, también enviaron copia de la carta, a la ONU. 
Desde entonces, el equipo de la escuela, es campeón, no únicamente en el juego de la pelota, sino también en la lucha para que todos seamos iguales.
Cuento “El hada fea” 
Había una vez una aprendiz de hada madrina, mágica y maravillosa, la más lista y amable de las hadas. Pero era también una hada muy fea, y por mucho que se esforzaba en mostrar sus muchas cualidades, parecía que todos estaban empeñados en que lo más importante de una hada tenía que ser su belleza. 
En la escuela de hadas no le hacían caso, y cada vez que volaba a una misión para ayudar a un niño o cualquier otra persona en apuros, antes de poder abrir la boca, ya la estaban chillando y gritando: 
- ¡fea! ¡bicho!, ¡lárgate de aquí!. 
Aunque pequeña, su magia era muy poderosa, y más de una vez había pensado hacer un encantamiento para volverse bella; pero luego pensaba en lo que le contaba su mamá de pequeña: 
 - tu eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y seguro que es así por alguna razón especial... 
Pero un día, las brujas del país vecino arrasaron el país, haciendo prisioneras a todas las hadas y magos. Nuestra hada, poco antes de ser atacada, hechizó sus propios vestidos, y ayudada por su fea cara, se hizo pasar por bruja. Así, pudo seguirlas hasta su guarida, y una vez allí, con su magia preparó una gran fiesta para todas, adornando la cueva con murciélagos, sapos y arañas, y música de lobos aullando. Durante la fiesta, corrió a liberar a todas las hadas y magos, que con un gran hechizo consiguieron encerrar a todas las brujas en la montaña durante los siguientes 100 años. 
Y durante esos 100 años, y muchos más, todos recordaron la valentía y la inteligencia del hada fea. Nunca más se volvió a considerar en aquel país la fealdad una desgracia, y cada vez que nacía alguien feo, todos se llenaban de alegría sabiendo que tendría grandes cosas por hacer. 

Cuento “Los duendes malvados” 
Había una vez un grupo de duendes malvados en un bosque, que dedicaban gran parte de su tiempo a burlarse de un pobre viejecito que ya casi no podía moverse, ni ver, ni oir, sin respetar ni su persona ni su edad. 
La situación llegó a tal extremo, que el Gran Mago decidió darles una lección, y con un conjuro, sucedió que desde ese momento, cada insulto contra el anciano mejoraba eso mismo en él, y lo empeoraba en el duende que insultaba, pero sin que los duendes se dieran cuenta de ello. Así, cuanto más llamaban "viejo tonto" al anciano, más joven y lúcido se volvía éste, al tiempo que el duende envejecía y se hacía más tonto. 
Y con el paso del tiempo, aquellos malvados duendes fueron convirtiéndose en seres horriblemente feos, tontos y torpes sin siquiera saberlo. 
Finalmente el mago permitió a los duendes ver su verdadero aspecto, y éstos comprobaron aterrados que se habían convertido en las horribles criaturas que hoy conocemos como trolls. 
Y tan ocupados como estaban faltando al respeto del anciano, no fueron capaces de descubrir que eran sus propias acciones las que les estaban convirtiendo en unos monstruos, hasta que ya fue demasiado tarde.

ATRAPADOS 
Valdo se sentía atrapado. Él se veía como un niño normal, con un montón de ganas de aprender cosas, jugar y divertirse. Pero nada le salía como quería: a su alrededor todos parecían no entender lo que decía, por muy alto que gritase o por muchos gestos o aspavientos que intentase. Y para colmo, ni siquiera su propio cuerpo le obedecía: a veces trataba de hablar y sólo producía ruidos, o quería coger algo y sus manos lo tiraban al suelo, o incluso al abrazar a su madre terminaba dándole un empujón. A veces, incluso, ni siquiera podía pensar con claridad. Aquello le hacía sentir mucha rabia e impotencia, y muchos en su entorno, pensando que era un chico peligroso y agresivo, le dejaban de lado o le miraban con indiferencia. 
Y cuando esto pasaba, y Valdo se sentía triste, pensaba para sí mismo: "habría que verles a ellos en mi lugar..."
Pero un día, Valdo conoció a Alicia, una persona especial y maravillosa. Parecía ser la única que entendía su sufrimiento, y con muchísima paciencia dedicó horas y horas a ensañar a Valdo a manejar sus descontroladas manos, a fabricar sus propias palabras, e incluso a domar sus salvajes pensamientos. Y cuando, tras mucho tiempo y cariño, Valdo estuvo preparado, Alicia le hizo ver el gran misterio. Sólo necesitó un par de fotografías, de sobra conocidas por el propio Valdo; pero entonces, mucho mejor preparado para entender, se dio cuenta: Valdo y Alicia eran un niño y una joven como todos los demás, atrapados por las deficiencias de sus cuerpos imperfectos. Y ahora, gracias a ella, las puertas de la cárcel se estaban abriendo.


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